La alimentación con leche materna está estrictamente ponderada a lo que requiere un o una bebé para su desarrollo más sano. La leche producida por la madre tiene en su constitución todos los ingredientes fundamentales para el desarrollo de defensas y demás elementos necesarios para que la vida del niño o la niña sea más saludable. Otras bondades de la leche materna están el que es fácil de digerir para el pequeño o la pequeña y no tiene gérmenes perjudiciales.
Los niños y las niñas criados(as) con leche materna son más resistentes en general a todo tipo de infecciones. Además, el contacto con la madre mediante la cercanía del seno con la boca hace que la relación entre los dos adquiera un rasgo más especial de contacto y cariño. Igualmente, la madre cuando amamanta está haciendo un gran favor a su organismo, pues los órganos hipertrofiados vuelven a su tamaño natural con ayuda de la lactancia, haciendo que la mujer en este caso se alivie.
No hay algún dato científico que respalde la falsedad que no se sabe cómo surgió, la cual afirma que el amamantamiento estropea la figura femenina. Al contrario, parece que las mujeres que amamantan y a la vez tienen, por supuesto, un cuidado en su alimentación general y practican una actividad física repetida y regular tienen “mejor cuerpo” que las que han rehusado dar teta a sus hijos(as). Esto en algunos casos no impedirá que surjan apariciones como las estrías, es cierto, pero aquí se trata de preservar una vida lo mejor posible sin que se impongan el egoísmo y/o preconcepciones estúpidas.
Algunas veces pueden surgir complicaciones para que una madre amamante a su hijo(a). Puede ser que los pezones estén retraídos o hundidos, que el niño o la niña no chupe con fuerza y por lo tanto el proceso de dar seno se dificulte o que, en ciertos casos, la madre por algún motivo no produzca leche. Salvo el último caso, los demás pueden ser potencialmente atendidos por un o una especialista, que puede recomendar alguna acción adecuada para que se pueda alimentar al pequeño o la pequeña.
Lavarse las manos con agua y jabón y limpiar el pecho a ser posible con agua hervida secándolo con gasa, es lo más recomendable antes de la primera mamada. Si se da el pecho acostada como sentada, la respiración nasal del niño o la niña no debe verse dificultada.
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